Un fugaz atisbo de idea se ha alojado esta mañana en mis sienes para no marchar, no sé si voy a ser capaz de verbalizar. Lo intento.
El idealismo desde una construcción mental puede esclavizar la voluntad real y coartar la libertad de uno mismo de forma aplastante y sin apenas detectarlo. Alejada de la emoción verdadera, la elucubración utópica puede forzar la no necesaria obligación de seguir a pies juntillas la idea bien estructurada y alineada que no coincide muchas veces con lo que ya es por naturaleza. Porque obviando el sentimiento de calma nada prospera, por muy idealista que sea el objetivo o el proyecto que pretenda. Todo se desvanece cuando el nudo oprime sin piedad.
Algo que he leído hoy me ha hecho reflexionar, si uno ha de ejercer su propia libertad obligado por su pensamiento de tener que hacer aquello idealizado, entonces estamos ante una nueva mentira en la que antes no había reparado aunque sí conocía su existencia porque palpitaba en forma de ráfagas momentáneas de lucidez.
No tiene sentido encadenarnos a la coherencia mental tampoco, cuando ésta se aleja de la necesidad más prioritaria, aquella que obedece al sentimiento imperante, aquel que no podemos evitar ni esconder.
Aceptación, dejarse llevar por el momento que acontece, atendiendo a la paz y la calma. El esfuerzo por mantener un actuar ideal, desde la construcción intelectual, no tiene cabida si ahoga.
La verdadera libertad puede estar escondida en la ausencia de cadenas, límites que forjamos para mantenernos leales a uno mismo como una nueva forma de seguridad ficticia. Quizás la deslealtad, entendida como absoluta lejanía y desapego de todo lo construido, nos ofrece una nueva perspectiva de lo real. Estar siendo, sin otro objetivo que estar y ser, en conjunción, sin división, sin esfuerzo, con aceptación.
La lucha cesa y hoy dejo de escribir tal y como quiero escribir para hacerlo tal y como es. Quizás “querer” también esculpe una trampa y atrapa, engaña, aleja de lo verdadero, encadena, obliga, obvia la verdadera voluntad.
Puede que el deseo aparente, uno detrás de otro, no haga más que mantenernos falsamente vivos, puede que no siempre nos libere, puede que constituya un camino más, enmarcado de espinas que si traspasamos y nos abandonamos a aquello que ni sabemos que existe, arañen y escuezan. Nos empeñamos en mantener la creencia absoluta de que el deseo, con apariencia de necesidad verdadera, es lo que anhelamos. Descubrir la sensación de que alejados de los hirientes límites se encuentra la aceptación y como tal, la rendición, es una liberación.
Nuevas cadenas que se abren, nuevas perspectivas que toca ahora indagar.
“Se mal lo que es la libertad, pero se bien lo que es la liberación”, Andre Malraux
Excelente!! Gracias, como siempre